Imagina el sonido de tu alarma en la mañana. ¿Fue una llamada a la pasión o un recordatorio de obligación? Piensa en cómo se sienten tus colaboradores al levantarse. ¿Saltan de la cama con entusiasmo por todo lo que quieren lograr durante el día? O, ¿despiertan lentamente, pensando en la rutina que les espera? La diferencia entre estos dos escenarios es clara: pasión versus obligación.
Ahora, detente un momento. Imagina a alguien que conoces y admiras, alguien que ha dejado una huella en el mundo. ¿Qué lo hace especial? No es solo lo que hizo, sino por qué lo hizo. Ahí radica el propósito.
Recuerda cuando eras niño y jugabas a ser astronauta, médico, artista... En esos juegos estaban tus talentos y sueños más auténticos. Ahora, imagina a tu empresa como ese niño.
¿Qué actividades elige? Esa es su esencia, su propósito. Y, ¿sabes qué? No tienes que descubrirlo solo. A veces, un buen amigo, o en este caso, un profesional, puede mostrarte lo que ya está allí.
Piensa en un árbol. Uno gigantesco, centenario. Sus hojas se mecen al viento, sus ramas cobijan vida. Pero, ¿qué lo mantiene firme? Sus raíces! Las mismas que buscan agua y nutrientes, que se entrelazan con otras. Así es tu empresa. No solo es lo que se ve arriba, sino las conexiones que establece abajo. Con tus empleados, tus clientes, tu entorno.
¿Sientes esa conexión?
Ahora, visualiza un grupo de personas, caminando juntas. No todas van en la misma dirección, pero se cuidan entre sí, se apoyan. Son aliadas. En los negocios, estas alianzas son como un baile bien ensayado, donde cada movimiento cuenta. No es solo sobre acuerdos, es sobre confianza. Pregunta, ¿Quién camina junto a ti?
Las imágenes y momentos que te describo no son solo un sueño lejano, son metas alcanzables.
Pero hay algo igual de importante que el destino: el viaje.
Imagina que quieres llegar a una montaña lejana. Tener la vista en la cima es inspirador, pero si no ves el camino a tus pies, vas a tropezar. Eso mismo pasa en el mundo empresarial. Definir un propósito audaz y grandioso es el primer paso, pero el desafío real es trazar la ruta para llegar allí.
A veces, necesitamos a alguien fuera de nuestro círculo inmediato, alguien que mire el mapa desde una perspectiva diferente, sin las distracciones o conflictos internas que puedan nublar nuestra vista. Alguien que nos ayude a distinguir tanto el camino inmediato como la montaña en la distancia. Después de todo, la trascendencia es un viaje, no un destino.
Así que, si alguna vez te encuentras buscando ese punto de vista externo, recuerda que hay profesionales entrenados y apasionados en acompañar esos procesos.
Mañana, cuando escuches el sonido de tu alarma, te invito a que abras los ojos con una chispa renovada. A que te despiertes con una pasión intensificada por definir y vivir tu propósito, fortalecer tus conexiones y cultivar tus alianzas. La trascendencia te espera, y el viaje comienza con el amanecer de cada día.
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