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Liderazgo, emprendimiento e innovación


Definir atributos de liderazgo en las personas no parece complicado, sin embargo, no todos los seres humanos poseen el mismo grado de aptitud y actitud para interactuar en procesos de responsabilidad compartida; menos todavía si se les asigna jerarquía y autoridad.

Los valores y principios del sistema republicano ecuatoriano, dispuesto a través de la Constitución, tienen como propósito la armonía social, el buen vivir, la búsqueda del bien común y el beneficio colectivo en procura de la justicia, paz y seguridad.

Por otro lado, el liderazgo positivo se identifica con la bondad, sabiduría, confianza, respeto, integridad, tolerancia, generosidad, responsabilidad y capacidad para tomar buenas decisiones en consenso, ajenas al interés individual que es contrapuesto al bienestar general.


En ese orden de ideas, se asume que las figuras de caudillos y cabecillas no encajan en el concepto de liderazgo que nos interesa proponer como base para el desarrollo de las organizaciones y de la sociedad en general.

En consecuencia, no todas las personas poseen cualidades connaturales de liderazgo, no obstante, la formación académica es una excelente herramienta para tomar la alternativa que en muchos casos se deriva de necesidades de orden personal, familiar, comunitario, etc.

Un verdadero líder infunde fortaleza, resiliencia; su presencia humana refleja empatía, comunicación, visión, enfoque, experiencia, persistencia, transparencia, optimismo, paciencia, prudencia y capacidad para asumir riesgos.

Asimismo, la capacidad de liderazgo es paralela al interés por el emprendimiento, pero el temor natural sugiere que el riesgo de una iniciativa empresarial debe ser compartido con un equipo humano confiable y colaborador.

Un emprendedor encuentra oportunidades en donde el resto no las observa; se motiva visionando su idea y busca la mejor manera para hacerla realidad; decide asumir el riesgo; pone en acción su creatividad; entusiasma a quienes lo observan con sus dotes de liderazgo.

El emprendimiento se debe gestionar con habilidades y herramientas empresariales que permitan establecer y fortalecer las relaciones con: proveedores, responsables de procesos, supervisores de calidad; estrategas en las áreas de comercio, finanzas, comunicaciones y tecnología, servicio post venta; y consejeros en las áreas técnica, legal, tributaria, etc.


En el enfoque moderno del emprendimiento se planifica con base en las eficiencias; en tal virtud, se plantea el modelo de satisfacción total del cliente con el propósito de convertirlo en un mentor de confianza; a su vez, los colaboradores deben tener disposición para realizar a diario el mejor trabajo posible; los proveedores deben aportar con las mejores materias primas y materiales; los inversionistas, financistas, proveedores de tecnología e infraestructura, deben compartir el propósito, la misión y la visión de la empresa a la que apoyan.


Las razones del emprendimiento suelen relacionarse con debilidades en los pilares del sistema de producción y desarrollo económico sustentable; entre ellos la escasez de trabajo, el deseo de obtener mejores ingresos económicos a través de la competitividad, las nuevas necesidades del mercado; así también la autorrealización y deseo de poner en práctica los propios conocimientos; las ganas de contribuir positivamente al entorno y la sociedad en la que se vive; el reconocimiento social y profesional, la independencia laboral.


El emprendedor debe conocer que en ningún caso se cosecha triunfos sin esfuerzo y sin el tiempo suficiente para que el proyecto sea “gestado”, nazca, se desarrolle y persista; muchos emprendedores exitosos han realizado varios intentos hasta llegar al éxito, pues han apostado por sus ideas a mediano plazo, sin perder la motivación y sin dejar de capacitarse.


Para que un emprendimiento sea exitoso en el transcurso del tiempo, se debe construir una estructura operativa sólida, con base en una detallada y muy elaborara gestión de planificación en la que se recomienda aplicar continuamente los conceptos de innovación con agilismo, disrupción, resiliencia y creencias con un propósito positivo (mindset).

Una de las claves para el éxito consiste en diferenciarse de la competencia por atributos que el cliente percibe y considera beneficiosos para sí. Se debe asumir que, en todo tiempo y lugar, a las personas les interesa el concepto de belleza; por ello se recomienda incorporar la palabra “bonito” como atributo del bien o servicio que se entrega.

Lo expresado en el parágrafo que precede, combinado con la optimización del tiempo, como único recurso irrecuperable, lleva a plantear una regla indiscutible: “igual cantidad de tiempo se emplea para hacer bien que para hacer mal”. Invito al lector a utilizar su libertad para valorar esta recomendación fundamental en cualquier tarea o actividad que desempeñe a diario; por sencilla que sea.


Por otro lado, diferenciarse de la competencia equivale a liderar un permanente y progresivo cambio para renovar el producto o servicio, sin trastocar el concepto fundamental; en otras palabras, la norma básica para diferenciarse de la competencia es la innovación.


En el mundo actual, innovar va más allá de renovar atributos propios del producto o servicio; innovar representa evolucionar con sinergia, satisfacer las necesidades humanas sin afectar al individuo, a la sociedad y al medio ambiente.

De todas maneras, la innovación puede ser convencional o disruptiva; pasiva o activa, con impacto temporal o con incidencia fundamental; lo cierto es que no se trata de un concepto del siglo XXI, pues en distintos momentos de la historia humana se ha expresado su valor.


En Éfeso, quinientos años antes de la Era Cristiana, Heráclito expresó: «En los mismos ríos entramos y no entramos, [pues] somos y no somos [los mismos]»; ciento cincuenta años más tarde, en Atenas, Platón citó la misma idea con estas palabras: «Ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo río». Hoy, el concepto en mención significa que Lo único que no cambia es el cambio”.


En 1871, tras la publicación de la obra «El origen del hombre» de Charles Darwin, se acuñó el concepto: Sobreviven sólo los que se adaptan mejor al cambio. Pocos años más tarde, en otra rama de las ciencias, Albert Einstein manifestó: No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo.


Se colige que, en el siglo XXI, el complemento ideal para las acciones positivas de liderazgo y emprendimiento, se sustenta en la siguiente recomendación: para obtener mejores resultados se deberá cambiar continuamente los atributos de oferta de los bienes y servicios. Ahora bien, los atributos de liderazgo, emprendimiento e innovación, aplicados en un entorno real, configuran escenarios volátiles, inciertos, complejos y ambiguos, en los que no resulta fácil plantear estrategias ajenas al riesgo. Eso no significa que la ruta de solución sea de naturaleza desconocida ya que una de las recomendaciones principales para el éxito, consiste en desarrollar cercanía cotidiana con las personas que demandan los productos o servicios, antes de lanzarlos al mercado. Para configurar todos los elementos descritos hasta el momento, se sugiere recurrir a los modernos conceptos de agilismo, fundamentales en el planteamiento, planificación, gestión, ejecución, control y evaluación del emprendimiento.


Se puede considerar que un emprendimiento puede basarse en ideas de innovación y liderazgo, que sean diferentes a la práctica convencional; también resulta válido innovar lo que ya se encuentra establecido, en ese caso, se requerirá emprender con suficiente liderazgo. Lo cierto es que liderazgo, emprendimiento e innovación son conceptos interrelacionados.

 

Finalmente, siempre cabe la misma recomendación, en todo proceso de mejoramiento continuo, emprendimiento o innovación, debe existir el criterio de un tercero, experto en el área de gestión de la cultura organizacional. El liderazgo no debe confundirse con autarquía.

 

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