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¿Responsabilidad social, una torre de Babel?


La Torre de Babel es una edificación estratégica mencionada en la Biblia, lo es también para simbolizar el inicio de la difusión de lenguas en medio de un mar de confusión y el fenómeno llamado comunicación.

Hoy más que nunca, necesitamos como humanidad de la responsabilidad social en todas sus acepciones, en todas sus interpretaciones, significados y formas de implementarla. Pero para lograrlo necesitamos que todos, o al menos una gran mayoría, se alineen conceptualmente en lo que representa la responsabilidad social y que no sea la Torre de Babel entre el sector privado, gubernamental, tercer sector y sociedad en general.

Para entenderla, la primera reflexión clave es identificar el eje transversal en común en cada una de sus acepciones; el Bien Común. Ese es el objetivo medular de la responsabilidad social.


Por otro lado, es interesante analizar históricamente, cómo se ha ido midiendo el éxito empresarial. En un inicio el éxito se media por el capital humano, en términos de oficio, artesanos y talento; posteriormente en términos de industria y maquinaria, tecnología e innovación y posteriormente, en términos de utilidad. En la actualidad una empresa se considera exitosa únicamente, cuando cumple con un equilibrio entre lo productivo, económico, social y ambiental. Es decir que abarcaría todas las dimensiones que en el pasado categorizaban a la empresa como exitosa o no. Solo la complementariedad y el equilibrio entre estas dimensiones determina el grado de éxito de una empresa.

En el año 2.000 el contexto social y económico a nivel mundial tuvo una de las transiciones más importantes sobre cómo las empresas debían guiar y manejar sus negocios. Lo llamo transición, porque es un proceso que aún hoy en día, luego de 21 años, no ha sido adoptado, aceptado y asimilado en su totalidad. O como lo describiría el escritor Manuel Escudero “Tanto desde el punto de vista teórico como práctico, la Responsabilidad Social de las Empresas (RSE) es un fenómeno en evolución.”


Concebir a la empresa privada como un ente generador de bienestar, más allá de sus accionistas, era una idea que venía desarrollándose desde la década de los 50. Considerado el Padre de la Responsabilidad Social Empresarial en 1953 Howard R. Bowen público el libro “Social Responsibilities of the Businessman” donde estableció las bases para lo que sería la responsabilidad social empresarial haciendo un análisis profundo sobre la relación entre empresa y sociedad.


En Social Responsibilities of the Businessman Bowen habla sobre la relación entre la empresa y la sociedad y define, tal vez por primera vez, a la responsabilidad social como “las obligaciones de los empresarios para impulsar políticas corporativas para tomar decisiones o para seguir líneas de acción que son deseables en términos de los objetivos y valores de la sociedad”.


Señala que la responsabilidad social trata acerca de la idea de que su aceptación voluntaria por parte de los empresarios en el largo plazo pueda repercutir en una disminución de los problemas económicos y una mayor posibilidad de alcanzar los objetivos de una organización empresarial. (Bowen, H., Social Responsibilities of The BusinessMan. 2013. Iowa. University of Iowa Press)


A partir de ese momento se desarrollan varios cambios y añadiduras en cuanto a conceptos teóricos sobre la relación entre la empresa y la sociedad. Las décadas siguientes tendrán más personas en contra, que a favor de la RSE y se verán confrontadas por uno de los genios en economía, Milton Friedman, quién afirma que, “la responsabilidad de los directivos no puede ser otra que aumentar los beneficios de sus accionistas”.


En la actualidad se considera que uno de los mayores beneficios y activos que tiene una empresa es su reputación y la Responsabilidad Social Empresarial es un elemento clave de la misma. Por lo que el Señor Friedman puede sentirse tranquilo de que su genialidad 50 años después evoluciono y se adaptó al concepto.


Sin duda alguna el desarrollo conceptual de la RSE fue fascinante, con una amplia gama de posturas y pensamientos extremos y ambiguos, entre los que podemos recalcar:

  • Solamente hacer ganancias (Friedman)

  • Ir más allá de hacer ganancias (Davis y Backman)

  • Ir más allá de los requerimientos económicos y legales (McGuire)

  • Actividades voluntarias (Manne)

  • Actividades económicas, legales y voluntarias (Steiner)

  • Círculos concéntricos, siempre en ampliación (CED, Davis y Blomstrom)

  • Preocupaciones para un sistema social amplio (Eells y Walton)

  • Responsabilidad en un número de áreas de problemas sociales (Hay, Gay y Grates)

  • Dando forma a la sensibilidad social (Ackerman y Bauer; Sethi).

No es si no hasta los años 90 que la RSE llega a constituirse oficialmente, cuando la Comisión Europea decide comprometer a los empresarios con una estrategia de empleo que generase mayor cohesión social, debido a una crisis que enfrentaba el continente en torno al desempleo de larga duración, la exclusión social y los problemas ecológicos y climáticos.


En este contexto de ambigüedad y confusión conceptual sobre lo que representa la Responsabilidad Social Empresarial, el mundo corporativo empieza a ponerlo en práctica. Era una verdadera “Torre de Babel”, las corporaciones no sabían cómo comunicarse con las organizaciones sociales y viceversa. No existía un lenguaje en común y era muy difícil transmitir mensajes, no se diga transmitir conocimiento o conceptos.


30 años después la brecha entre el sector privado, el sector social y comunitario y el sector gubernamental sigue siendo muy amplio, y la falta de conocimientos sobre la realidad que cada uno de estos sectores vive, es evidente. Un contexto que debilita las oportunidades de implementar estrategias o iniciativas de responsabilidad social a largo plazo y que más bien se presta para una mayor confusión.

La palabra Babel tiene una etimología clara y concisa. Deriva del verbo hebreo ‘balbál’ que significa confundir.

El contexto ecuatoriano y en general de los países latinoamericanos ha estado aún menos preparado que el contexto europeo o norte americano para implementar la responsabilidad social empresarial como parte del core business (actividades principales) de las compañías.

En el Ecuador, culturalmente, los conceptos relacionados a la disposición de colaborar con la sociedad provienen de tres tradiciones: una tradición andina y popular, una tradición católica y una tradición ideológico-política contemporánea; que la hemos podido evidenciar durante este último período de elecciones y que en varias ocasiones cae en el mecenazgo.


Por otro lado, no existe una claridad entre los actores que pueden generar estrategias de responsabilidad social.


Tenemos a las ONG, receptoras de colaboraciones empresariales, quienes son vistas como benefactoras naturales; sin embargo, las ONG, apelan y defienden que la responsabilidad social de las empresas debe ser real y sostenible y no un greenwash o alivio de conciencia. Es decir, que en cierta medida se cuestiona la motivación e intención del sector empresarial y gubernamental al momento de ejecutar sus prácticas de responsabilidad social.


Por su lado el sector empresarial, también muestra desconfianza en el manejo eficiente e innovador de las ONG y el sector gubernamental al momento de ejecutar proyectos y procesos sociales. En este sentido, la rendición de cuentas y el alineamiento administrativo con los lineamientos de la empresa podría beneficiar a las ONG al momento de transparentar su accionar.


Existe un desconocimiento y prejuicios entre los tres sectores, lo que evidencia una escasa comunicación entre los mismos y confusión en el rol que cada uno desempeña; en el contexto electoral esa confusión solo se amplía en la sociedad civil.


Esto demuestra un desentendimiento entre el discurso, lenguaje y conceptos sociales y empresariales. Un entorno babélico donde las empresas desean ampliar su generación de bienestar, pero no saben bien cómo hacerlo y si deben hacerlo, con una connotación adicional: ¿si la responsabilidad social de la empresa representa un gasto o una inversión?

El contexto actual obliga a implementar estrategias de responsabilidad social empresarial, el Ecuador ha creado fundaciones o áreas empresariales, que asumen temas de RSE de forma independiente; o áreas de RSE empresariales que trabajan en alianza con ONG y gobiernos locales para generar buenas prácticas de responsabilidad social.


Los organismos políticos supranacionales, reconocieron la necesidad del apoyo de las empresas para lograr los "Objetivos de Desarrollo Sostenible", iniciativa de las Naciones Unidas como parte de su agenda Sostenible 2030; así mismo los países miembros de las Naciones Unidas también se comprometen a incluir dentro de sus planes de desarrollo nacionales los 17 objetivos de desarrollo sostenible.

A partir de la creación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda 2030, los tres sectores pueden tener acceso a un lenguaje común, las reglas del juego son clarísimas en cuanto a los objetivos en común que como humanidad queremos alcanzar, la RSE no es más esa “Torre de Babel” en la que los actores involucrados no saben en qué lenguaje hablar. Hay un lenguaje común, que todos debemos tener contemplado dentro de nuestras empresas, ONG, sociedad civil y hábitos de vida diaria, solo así podremos enfrentar la difícil y complicada realidad social, ambiental y económica en la que estamos “sobreviviendo”.


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