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El valor tangible de la resiliencia

Actualizado: 29 mar 2021


En el mundo contemporáneo, la palabra resiliencia tiende a convertirse en un término de uso común e interdisciplinario, y dada su naturaleza, queda abierta la opción de adaptarla al entorno propio de la persona que se interese en aplicar el principio que ella encierra.

Se debe conocer que originalmente este término, resilience en inglés, se utilizó en el campo de la ingeniería, concretamente en la ciencia de materiales, tal es así que en el Manual del Ingeniero Mecánico se encuentra que la resiliencia “es la energía potencial almacenada en un cuerpo deformado” (Marks, 5-18).


Para entender correctamente el significado ingenieril de resiliencia, se debe conocer lo siguiente: cuando un material está sometido a esfuerzos externos, ajenos a su condición de reposo natural, este se deforma inicialmente de manera elástica, es decir, tiene la posibilidad de recuperar espontáneamente su forma original al cesar el esfuerzo externo que lo afecta; pero cuando se supera la capacidad extrema de deformación elástica, empieza la deformación plástica o deformación permanente, sin posibilidad de recuperación espontánea de la forma original del material, aunque cese el esfuerzo externo.

Pues bien, la resiliencia es la capacidad del material para deformarse elásticamente, sin que se afecte su forma original de manera permanente.

Con base en lo expresado hasta aquí, se invita al lector a imaginar lo que sucede con las edificaciones durante un sismo dado a escala suficiente para causar daños; pues se puede deducir que las construcciones realizadas con estructura de alta resiliencia quedarán intactas luego de cesar el fenómeno geológico, mientras que las que no hayan sido construidas con materiales resilientes, resultarán afectadas y deformadas, o simplemente se desplomarán. He aquí la importancia de cumplir con las normas técnicas para la construcción, NEC en Ecuador.


En todo objeto sólido sometido a esfuerzos externos pasa algo similar: viga, columna, placa, revestimiento, cable, piñón, rótula, herraje, resorte, etc.; asimismo, la resiliencia, como concepto, puede aplicarse a cualquier material: metal, polímero, cerámico, mineral, compuesto, etc. Se debe colegir, a modo de ejemplo, que los polímeros pueden ser elásticos y plásticos. Como complemento a lo expresado, se sugiere pensar en la respuesta a las siguientes preguntas: ¿Por qué explosiona la llanta de un automóvil que circula por una vía en malas condiciones? y ¿Cómo consigue un herrero la forja de los metales que trabaja a golpe?

En resumen, en el ámbito de las ciencias de la ingeniería, resiliencia se asume como la capacidad de ciertos materiales para soportar esfuerzos externos sin que haya lugar para transformación permanente en la forma física y geométrica de dichos materiales.


Desde otro enfoque, en el año 1972 el psiquiatra libanés-británico Michael Rutter integró el término resiliencia en su desarrollo científico, con el propósito de estudiar el comportamiento de personas sometidas a condiciones extremas de vida: sobrevivientes de los campos de concentración nazis, niños de la calle y mujeres afectadas por la violencia social e intrafamiliar; en referencia a ello, Paul Bouvier cita a Rutter con la siguiente definición: la resiliencia es “un fenómeno manifestado por personas que evolucionan favorablemente, habiendo sido víctimas de estrés que, para la población general, comprendería un riesgo serio con consecuencias graves” y añade que: resiliencia es “la capacidad de construir una vida significativa”; así también,

“La resiliencia contiene un componente activo, una dinámica existencial. Ser resiliente no significa simplemente rebotar, sino crecer hacia alguno nuevo.” (La resiliencia, una mirada que abre horizontes).

Un sinnúmero de disciplinas tales como la medicina, sociología, política, economía, finanzas, educación, derecho, tecnología, comunicación etc., hoy utilizan ampliamente esta palabra; cabe entonces enunciar la definición proporcionada por la Real Academia Española:


Del ingl. resilience, y este der. del lat. resiliens, -entis, part. pres. act. de resilīre 'saltar hacia atrás, rebotar', 'replegarse'. 1. f. Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos. 2. f. Capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido.


Ahora bien, en la estructura empresarial, el concepto resiliencia debe aplicarse para definir la cultura organizacional y el comportamiento ideal de los colaboradores, con el propósito de desarrollar, conseguir y mantener la pujanza o el liderazgo de la organización, dentro del complejo y competido tejido económico-mercantil; más todavía si el entorno es volátil, incierto, complejo y ambiguo; como ocurre en la denominada “nueva normalidad”, posterior al shock mundial causado por la pandemia Covid-19.


Pero no basta con declarar una nueva cultura organizacional basada en principios y valores resilientes, también se debe conseguir que las personas encuentren motivación para potenciar sus capacidades individuales de liderazgo, empatía, adaptabilidad, interdependencia, flexibilidad, creatividad, interacción, colaboración, proactividad, competencia, etc.; necesarias para superar obstáculos o resolver problemas propios de la gestión operativa diaria.


Construir una cultura organizacional resiliente demanda el cumplimiento de requisitos formales que se formulan, planifican, implementan y gestionan dentro de un proyecto de gestión del cambio organizacional. En el proyecto se involucra a todas las personas que, de cualquier manera, se relacionan con la organización: clientes, inversionistas, administradores, ejecutivos, colaboradores, proveedores internos y externos, funcionarios de control, etc.; se conforman múltiples redes de trabajo en las que no debe existir jerarquía, puesto que todos los integrantes de cada grupo humano-profesional deben cumplir tareas complementarias que tienen un propósito común y garantizan el funcionamiento de cada red, y de la organización.

Por lo expresado, se puede inferir que la resiliencia genera oportunidad para añadir valor diferenciado e innovación; también se puede decir que la resiliencia fortalece el desarrollo del pensamiento anticipatorio y la disrupción, como herramienta del pensamiento complejo. Los modelos predictivos actuales son tan complejos e inciertos como la realidad misma del entorno; en referencia a esta aseveración, Margarita Rodríguez en su artículo “Estas son las habilidades que se necesitan en un mundo impredecible (y no son tecnológicas)”, cita a la famosa empresaria estadounidense Margaret Heffernan, actualmente radicada en Reino Unido, y sostiene que: “aunque es muy tentador que un experto prediga lo que pasará en el futuro, Heffernan insiste en que hay que "abrazar" y aceptar la incertidumbre para desarrollar resiliencia” (BBC News Mundo, 22 agosto 2020).


Cabe mencionar que, pese a la subjetividad que encierra el concepto “resiliencia”, cuando este se aplica de manera concreta en la estrategia de una organización, se garantiza la permanencia de ella en el tiempo; en otras palabras, cuando la resiliencia se traslada al “ADN de una organización”, se abre la puerta de la metodología de trabajo profesional con resolución de escenarios futuros, conocida como Futures Thinking. Si la resiliencia conduce a pensar hoy en la mejor manera para resolver los escenarios que vienen a futuro, eso significa que se puede tener la opción de construir un mundo mejor, y en ese caso, resulta indispensable recurrir a los códigos deontológicos, como pilares del modelo predictivo, basados en los principios de autonomía, benevolencia, justicia, no maleficencia y no paternalismo.


El valor tangible de la resiliencia se puede asimilar en resultados de gestión, tales como: el índice de satisfacción real del cliente; la permanencia exitosa de la organización en el tiempo; el bienestar del grupo humano que colabora en la empresa, medido a través del índice de rotación del personal; la conservación del medio ambiente; el beneficio para la sociedad, determinado mediante la cantidad de plazas de empleo generadas y el nivel salarial otorgado; los beneficio para el Estado, en relación proporcional al monto de tributos erogados; todo ello, sin que la calidad del entorno se constituya en un factor de riesgo insuperable.


Se sugiere al lector, considerar la oportunidad y el beneficio de construir, en su modelo de negocio, una estructura organizacional resiliente; evaluar su entorno de colaboradores, en búsqueda de personas con actitud resiliente, pues sobre ellos debe recaer el rol de liderazgo; planificar y programar espacios de capacitación para desarrollar en todo el grupo humano la cultura de la resiliencia, como ruta cierta para optimizar el beneficio individual y organizacional.


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