El componente olvidado de la sostenibilidad y las nuevas herramientas que nos recuerdan su importancia.
Usando las palabras de Tim Mohin, las empresas se han visto como el AUTOMATON de la sociedad por muchos años. Se las ha considerado industrias que no han tenido otro interés más que generar ganancias para sus accionistas e incrementar las ventas y el posicionamiento. Han sido también sin duda, parte de las grandes responsables de los daños ambientales y sociales de la actualidad. Por muchos años las industrias eran extractivas y destructivas, no existía la innovación ni la renovación menos aún la reparación. Hablar de un proceso de mitigación de impactos era una locura que solo podría tener como resultado incrementar los costos.
Sin embargo, en las últimas décadas algo cambio. Inicio como un cambio lento y pausado, que acelero su paso en los últimos 10 años.
La visión de las empresas en general es más amplia, responsable, tolerante, inclusiva y cuidadosa con su entorno.
Los intereses de los consumidores están cambiando permanentemente, si bien sus decisiones de consumo antes estaban mayormente dominadas por el precio, ahora tienen otras motivaciones. La calidad, el impacto ambiental, su origen, si la empresa y el producto respetan estándares ambientales, su nivel de biodegradabilidad, inclusión y respeto de minorías y grupos vulnerables, respeto a los derechos humanos; son algunas de las características que los nuevos consumidores buscan en sus productos y servicios. Por lo tanto, los consumidores son grandes influenciadores en los cambios que pueda realizar una empresa.
Por otro lado, se encuentran los accionistas. Cada vez existe mayor interés por invertir en empresas que proyecten una mayor sostenibilidad en el tiempo. Si bien es de interés de todos los accionistas el generar ingresos, es también de su interés que este ingreso no se vea amenazado en el futuro por malas prácticas ambientales y sociales, que su materia prima esté disponible de forma permanente, que sus colaboradores y stakeholders estén satisfechos y que su inversión este generando valor compartido.
Finalmente, los grupos de interés (stakeholders). Las personas que se vinculan directamente con el Desarrollo de la empresa se benefician directa o indirectamente y también quienes se ven afectados por la ausencia de buenas prácticas en términos de responsabilidad social como parte de la estrategia de negocio. La nueva fuerza laboral, (en su mayoría millenials, pero no limitado únicamente a ellos) tiene en mente otros objetivos de desarrollo para trabajar, o no, en determinado lugar y en determinada posición. Las motivaciones están mayormente ligadas a la gratificación personal (y en su mayoría inmediata), que sus actividades diarias les generen.
Considerando lo antes mencionado la sostenibilidad en su mayoría ha sido relacionada o vinculada con el impacto ambiental y económico que las actividades humanas generan, y muy frecuentemente el tercer componente fundamental de esta ecuación es olvidado. La sostenibilidad social comprendida como el manejo del balance positivo y negativo entre los procesos, sistemas, organizaciones y actividades que impactan la vida de los seres humanos y su desenvolvimiento social, es el aspecto que no solo es mayormente olvidado, sino aquel que tiene el potencial de redefinir el comportamiento y Desarrollo de las nuevas sociedades hacia un mundo realmente sostenible, ético y responsable.
Nuestro mundo durante las últimas décadas se ha centrado, sin embargo, solo en la sostenibilidad económica. Aunque este enfoque ha proporcionado un gran bienestar material a algunas partes del mundo, en otros lugares todavía se está luchando por ganarse la vida dignamente. Incluso en las partes más ricas del planeta, las crisis financieras actuales están alimentando preguntas sobre si el crecimiento económico puede considerarse automáticamente como un bien evidente. Mientras tanto, como resultado de la explosión demográfica y el aumento de la riqueza, incluso en algunos países en desarrollo, se espera que la huella ecológica aumente drásticamente acompañada de la tensión de los recursos.
Esto requiere medidas mundiales.
Algunos países en desarrollo están invirtiendo en el dominio de las competencias en diseño industrial, innovación y tecnología con un enfoque hacia el uso de recursos naturales renovables. Prácticas de este estilo tienen el potencial de contribuir a la sostenibilidad social de las personas que viven en estos países, si en el análisis del ciclo de vida de un proceso, producto o servicio, integra desde la concepción y diseño el enfoque de sostenibilidad social.
Los criterios de sostenibilidad social suelen ser por lo general los más difíciles de definir por la complejidad necesaria para establecer indicadores que efectivamente sirvan para demostrar un impacto o cambio positivo. Regularmente suelen ser cualitativos más que cuantitativos y muchas veces son interpretados como intangibles, cuando en realidad son parte fundamental de la generación de capacidades para el desarrollo y el fomento del valor compartido.
Afortunadamente la innovación y la tecnología han desarrollado metodologías y herramientas que nos permitan evaluar de forma eficiente, transparente y asertiva el verdadero impacto social de un producto o servicio, y sobre todo mitigar el riesgo de generar impactos negativos presentes y futuros.
La Evaluación del Ciclo de Vida (LCA por sus siglas en ingles) y la Evaluación del Ciclo de Vida Social (SLCA por sus siglas en inglés) son procesos objetivos que nos permiten evaluar las cargas ambientales y sociales asociadas a un producto, proceso o actividad, identificando y cuantificando aspectos como el uso de materia y energía, emisiones al medio ambiente, cumplimiento de prácticas laborales, entre otros, para determinar el impacto real que genera el proceso de fabricación de un producto o servicio (Benoit-Norris y Norris, 2015). Ambos contemplan el ciclo completo del producto, proceso o actividad, teniendo en cuenta las etapas de extracción y procesamiento de las materias primas, producción, transporte y distribución, uso, reutilización y mantenimiento, reciclaje y disposición final.
La vida de un producto comienza en el diseño y desarrollo de este y finaliza con las actividades de reutilización y reciclaje, pasando por las siguientes etapas:
Adquisición de materias primas. Todas las actividades necesarias para la extracción de materias primas.
Insumos energéticos del medio ambiente, incluido el transporte antes de la producción
Proceso y fabricación. Actividades necesarias para convertir materias primas y energía en el producto deseado.
Distribución y transporte. Transferencia del producto final al cliente.
Uso, reutilización y mantenimiento. Utilización del producto terminado durante toda su vida útil.
Reciclaje. Comienza una vez que el producto ha cumplido su función inicial y, en consecuencia, es reciclado a través del mismo sistema de producto (ciclo de reciclaje cerrado) o ingresa un nuevo producto sistema (ciclo de reciclaje abierto).
Gestión de residuos. Comienza una vez que el producto ha cumplido su función y se devuelve al medio ambiente como residuo (Ya-JuChanga et al, 2015).
En definitiva, el LCA se consideró inicialmente como un análisis que evalúa los productos desde su creación hasta su uso final. Este enfoque se conoce como “de la cuna a la tumba”. Ante esta circunstancia, surge el concepto “de cuna a cuna” basado en la idea de que todas las materias primas de un producto pueden separarse al final de su ciclo de vida y reutilizarse para producir nuevos materiales de la misma calidad que los originales (William McDonough, 2002).
Esto se logra mediante el reciclaje o la biodegradación. Además, en este enfoque, las energías renovables encajan en todas las fases del ciclo del producto y los materiales no se consumen, sino que se toman prestados. Desde el punto de vista medioambiental, este proceso contribuye enormemente al diseño y la producción. Sin duda es una metodología que permite observar de cerca los detalles de un proceso y realizar mejoras significativas en determinadas etapas. Sin embargo, debe quedar muy claro que la sustentabilidad no es solo un análisis ambiental. Muchos productos que pueden tener un buen desempeño ambiental tienen un mal desempeño social, por lo que no podrían considerarse sostenibles (Benoit, 2017). Si bien en la variedad de industrias que existen en el mundo hay cientos de fórmulas, materias primas, procesos y recursos; es indiscutible que el único factor común universal en la industria es el humano, y como se mencionó anteriormente, el más olvidado.
Con base en una metodología similar a la LCA, se creó la Base de Datos de Puntos de Acceso Social (SHDB- Social Hotspot Database por sus siglas en ingles). Este proyecto surge en 2009, de la necesidad de ampliar la colaboración en la industria y brindar información transparente para identificar los puntos críticos sociales y así evidenciar los impactos sociales que generan las condiciones laborales en las cadenas de suministro (SHD, 2021) Este proyecto es una iniciativa de seguimiento al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente - SETAC, Social LCA Guidelines. Un factor muy importante de esta herramienta es la caracterización de diversas metodologías que sirven para evaluar y determinar riesgos (UNEP-SETAC, 2009).
Por ello, para poder determinar si un producto o proceso es verdaderamente sostenible y sobre todo vinculado al concepto Triple Equilibrio (Tripple Bottom Line en inglés), es fundamental evaluar los aspectos sociales de su producción, con la misma rigidez e importancia que se le ha dado a los procesos de análisis ambiental. La Evaluación del Ciclo de Vida Social (SLCA) es el proceso indicado para determinar la sostenibilidad social de un producto.
Inventario de ciclo de vida
La SHDB como se mencionó anteriormente fue creada con la intención de brindar información y herramientas que permitan evaluar los hotspots sociales y la cadena de valor. Lo interesante de la SHDB es que permite la integración de insumos y productos globales, y eso permite demostrar aspectos relacionados con la intensidad laboral y las condiciones humanas fuera de los estándares habituales (SHD, 2021). Uno de los recursos que utiliza la SHDB es el GTAP to Global input-output model que permite evaluar la información desde perspectivas más independientes como por sector, por país, por industria etc. También tiene la base del software Life Cycle Assessment (LCA) que analiza y evalúa una serie de aspectos ambientales. Las fuentes de información son informes públicos, verificados y respaldados científicamente. La mayor parte de la información proviene de organizaciones internacionales que se dedican al análisis de datos y la evaluación de indicadores sociales y ambientales. Algunos ejemplos son la FAO, la UNESCO, la Organización Mundial de la Salud, el Banco Mundial, el PNUMA, la Organización Internacional del Trabajo, entre otros (Catherine Benoit, 2013).
Categorías de la SHDB (Derechos Laborales, Salud y Seguridad, Derechos Humanos, Gobernanza y Comunidad) que agrupan 22 temas con 132 indicadores (SHD,2021).
A través de estos indicadores es posible evaluar aspectos de forma individual o incluso comparativa con otras industrias o productos similares. Este análisis es ciertamente eficaz a la hora de tomar decisiones sobre el abastecimiento sostenible. Por ejemplo, elegir trabajar con cadenas de valor que tienen riesgo de esclavitud moderna vs hacerlo en mercados que garanticen mejores condiciones laborales. Adicionalmente, la SHDB permite visualizar un aspecto social específico en un mapa y así comprender la distribución geográfica vinculada a ese impacto. También permite analizar la información de varios impactos sociales de forma gráfica y finalmente comparar la información para determinar cuáles son los impactos que tienen el mayor aporte dentro de un proceso.
Herramientas como la SHDB y S-LCA presentan el escenario de impactos sociales desde una perspectiva global y sobre todo permite visualizar la producción y sus vínculos con otras industrias donde los impactos sociales son muy altos.
Es fundamental realizar este tipo de procesos porque, como se mencionó anteriormente, existe una debilidad en la industria al creer que la sustentabilidad solo se valora por el desempeño ambiental de un producto o servicio. La sostenibilidad es la integración de aspectos económicos, sociales y medioambientales y ninguno de estos tres aspectos pesa más o menos que el otro. Las condiciones sociales adecuadas de trabajo y desempeño contribuyen al desarrollo económico y crean seres humanos conscientes del impacto ambiental. Por tanto, las buenas prácticas se multiplican en otras cadenas de suministro y el efecto y los beneficiarios dejan de ser finitos y se vuelven universales.
Queda claro que la sostenibilidad social consiste en identificar y gestionar los impactos empresariales, tanto positivos como negativos, en las personas. La calidad de las relaciones y el compromiso de una empresa con sus partes interesadas es fundamental. Directa o indirectamente, las empresas afectan e influyen en lo que les sucede a los empleados, trabajadores de la cadena de valor, clientes y comunidades locales, y es importante gestionar los impactos de forma proactiva.
La licencia social de las empresas para operar depende en gran medida de sus esfuerzos de sostenibilidad social. Además, la falta de desarrollo social, incluida la pobreza, la desigualdad y la debilidad del estado de derecho, puede obstaculizar las operaciones comerciales y el crecimiento. Al mismo tiempo, las acciones para lograr la sostenibilidad social pueden desbloquear nuevos mercados, ayudar a retener y atraer socios comerciales o ser la fuente de innovación para nuevos productos o líneas de servicios. Las buenas prácticas y el compromiso de los empleados pueden aumentar, mientras que la productividad, la gestión de riesgos y los conflictos entre la empresa y la comunidad mejoran.
Comments